La más sana influencia

La más sana influencia

La carrera por ganar poder, prestigio y autoridad es muy frecuente en nuestros días. Cuando en mi trabajo profesional observo este tipo de competencia, me doy cuenta lo poco coherentes que son estas personas con sus objetivos. Con frecuencia veo la crítica incesante, el juicio, el echar en cara, la jactancia y otros hábitos que pareciera que le fueron recomendados por su peor enemigo.

Sí, hablamos de la verdadera autoridad, no de esa que es impuesta a dedo o como un pago de favores sino de aquella que proviene de la influencia sobre las personas, vemos que el manejo de las relaciones interpersonales juega un rol clave. Podríamos, o podríais buscar por ustedes mismos, un sistema de diez o doce pasos para ganar influencia en las personas, pero poco ganaríamos si no invirtiésemos un interés genuino en nuestras relaciones. Stephen Covey, en su obra “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva” menciona el concepto de “cuenta bancaria emocional” para las relaciones con las personas. Esto refiere a que para generar relaciones genuinas, debemos hacer “depósitos” en esa cuenta, lo que es ni más ni menos interesarnos por las personas, saber lo que están viviendo, obsequiarles nuestra presencia, nuestro oído, nuestra visión.

Considero que una de nuestras principales tareas, si es que nos interesa el liderazgo, es jamás perderle el hilo a todo lo bueno y excelente que existe en el mundo. No es ningún misterio, pese a que algunos puedan manifestar lo contrario, es más fácil hacer y ver cosas malas que buenas. Suele ser más fácil ser obeso que estar en línea, más sencillo ver los errores en los demás que en uno mismo, más dulce reconocer el mérito propio que el ajeno. Observar lo bueno nos eleva, nos impulsa y nos motiva y lo mismo sucede cuando logramos que los demás también puedan ser conscientes de ello y entrenarse en esa visión superior.

De todas formas, no todo resulta tan ideal en el liderazgo. Abraham Lincoln, decía que es más fácil para el ser humano lidiar con la adversidad que con el poder. Demostrado está que no todos los grandes líderes supieron mantener su integridad. Muchos, enceguecidos por el poder que adquirieron, cambiaron la influencia por la manipulación y dejaron el fin del servicio por el del propio beneficio. En la vida cotidiana, creo que a todos nos alimenta un poco el ego que otro tome nuestras palabras, que siga nuestros consejos, que nos considere su luz. Sin embargo, debemos ser tremendamente cuidadosos con ese deleite, ya que esa persona, que generosamente nos prestó su atención y nos dejó plantar nuestra semilla en su vida, tiene su propio camino por delante.

Si en un momento nos llenó de gozo esta influencia, el mismo gozo deberíamos sentir al ver que esas personas alcanzaron, en parte gracias a nosotros, esa madurez y conciencia que les posiciona de manera más favorable para enfrentar sus propios desafíos. Muchos líderes sienten abandono y hasta ofensa en estas situaciones y recurren a la coerción y a la amenaza en vez de dirigirse con amabilidad y gratitud. Si en nuestros discursos hablamos de virtud, honor y razón, que estos se vean en la práctica, que lo que en los conceptos no tiene nombre ni forma, se convierta en sustancia.

Para quienes disfrutamos de servir y ser personas de influencia, es importante recordar que en realidad sólo contamos con este momento para nuestras acciones, que debemos ser dinámicos. Nuestro presente es a veces tan fugaz, que creyendo que nos enfocamos en él, muchas veces vivimos en realidad algunos ecos del pasado. Cuando nos relacionamos con las personas, no hay mañana, solo hay un presente en el que la persona está sufriendo o regocijándose en las mismas cosas que también a nosotros nos causaron tristezas y alegrías en el pasado. Sabemos nuestra historia, pero la compasión es ahora, y esa es la clave del amor, del servicio eficaz y por supuesto, del liderazgo.

¿Qué tipo de relaciones llevas, en tu trabajo, en tu familia, en tu entorno en general? ¿Están tus ojos puestos en la excelencia? ¿Logras contagiar eso en los demás? ¿Cómo respondes cuando observan que hay personas que dejan de seguir tus pasos?

Autor Invitado

Martín Rossenblat se desenvuelve como psicólogo y coach en la ciudad de Punta del Este, Uruguay. Dirige talleres de Desarrollo Personal y Espiritualidad Práctica orientados a empresas y a grupos de contextos difíciles. Disfruta del trabajo con jóvenes y de escribir en su blog: martinrossen.com


Sobre el Autor

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