La depresión está a punto de superar al virus del SIDA como el problema de salud más importante a nivel mundial según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta pandemia acecha especialmente a las ciudades, ¿Por qué?
Si supiéramos la respuesta a esta simple pregunta, podríamos prevenir a las personas de esta enfermedad devastadora en lugar de tener que depender de medicamentos antidepresivos que tienen efectos secundarios y en algunos casos no son tan eficaces como quisiéramos.
La evidencia de una epidemia de depresión es muy clara y ha sido muy discutida en la literatura clínica. Hace un siglo, las posibilidades de sufrir un episodio de depresión mayor en la vida eran sólo de un 1%. Hoy en día, el porcentaje ha aumentado a un 19,2 por ciento. Este aumento es bastante significativo. Hay otro dato que llama la atención: la depresión es cada vez más frecuente en los jóvenes.
No sabemos exactamente por qué pero la depresión es la pesadilla de la vida moderna. Una forma de establecer las posibles causas es averiguar qué ventajas psicológicas tiene vivir en un pequeño pueblo frente a la vida en una ciudad.
Pongamos el ejemplo de un agricultor que trabaja diariamente en su campo de cereales. Se levanta todas las mañanas muy temprano para iniciar una actividad física bastante exigente al aire libre. Aquí ya nos surge una clave para prevenir la depresión: la actividad física es un antidepresivo natural. Por el contrario, la inactividad es un pasaporte para sufrir depresión.
Gracias a su nivel de actividad alto y a una alimentación sana los agricultores suelen ser delgados lo que significa que no suelen sufrir diabetes, enfermedades del corazón u otros problemas relacionados con la obesidad que son la pesadilla de la vida moderna.
Otro factor a tener en cuenta es que la gente del campo suele estar menos estresada. El ambiente que los rodea (montañas, campo, bosques) invita a la relajación y ahuyenta el estrés. Por el contrario, la vida en las grandes ciudades (y no tan grandes) suele estar presidida por el estrés.
Además, la gente en los pueblos se conocen todos (muchos de sus habitantes son incluso familia) y es más fácil encontrar a alguien con quien compartir un momento de charla relajado. En las urbes la vida está presidida por el anonimato y el aislamiento social está a la orden del día. Esta falta de contacto social alimenta una posible depresión.
A pesar de que el estilo de vida en los pueblos es más humilde, sus gentes pueden satisfacer todas sus necesidades básicas y su vida económica en general. En cambio, los trabajadores de las ciudades viven en el temor de perder sus puestos de trabajo.
Otro factor a tener en cuenta: vivir rodeados de naturaleza estimula y relaja los sentidos proporcionando paz mental a nuestra mente.
Además, los habitantes de las grandes ciudades están más expuestos a hechos violentos como robos, peleas e incluso asesinatos. La vida en los pueblos suele ser más tranquila en este aspecto.
Quizás, la razón más tentadora para explicar la baja incidencia de la depresión en los pueblos sea que el sistema inmune de sus habitantes es mucho más fuerte que el de las personas que viven en la ciudad.
Conclusión: si usted está deprimido o conoce alguien que lo esté, haga un esfuerzo por salir al campo, entrar en contacto con la naturaleza y hacer ejercicio entre sus bosques. Verá que si lo hace de manera regular, comenzará a sentirse un poco mejor.